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Hace algún tiempo, comencé mi viaje como emprendedor con grandes sueños y demasiados proyectos, sin tener una visión clara de lo que quería lograr. El aprendizaje de ello, me llevó a explorar diferentes rubros y conocer nuevas metodologías que complementen mi carrera profesional.

Me encontré con información cada vez más abundante en un mundo totalmente conectado, con muchos autores, muchos cambios, mucha estrategia y sobre todo muchas personas brindando recetas mágicas para el éxito. Me metí tanto en el área que termine manejando un programa de emprendimiento en una universidad nacional.

Sin embargo, a medida que avanzaba, me di cuenta de que el camino no era tan sencillo como imaginaba. Me enfrenté a desafíos, obstáculos y decisiones difíciles que debía tomar para asegurar la supervivencia y el crecimiento de mis proyectos, así como también me toco renunciar a otros y lidiar con la frustración para poder sacarle algo de aprendizaje de manera resiliente.

Definitivamente, no hay forma de entender las teoría y las metodologías sin intentar ponerlas en práctica, sin vivirlas en carne propia. Solo eso te acerca a terminar de redescubrirte como persona, que necesita vivir tanto de la pasión como de la solvencia económica, tomando mejores decisiones día a día y mirando hacia adelante.

Después de muchas caídas, aprendizajes y pequeños logros, entendí que independiente del rubro y las metodologías, es importante simplificar y entender los elementos clave para sostener las 3 grandes etapas de un emprendimiento: rentabilidad, cultura y propósito para el corto, mediano y largo plazo.

En primer lugar, la rentabilidad es una de las preocupaciones más inmediatas para cualquier emprendedor. Al comenzar un negocio, es crucial generar ingresos y mantener un flujo constante de efectivo para cubrir los gastos y obtener ganancias. Para lograrlo, es fundamental tomar decisiones estratégicas que maximicen la rentabilidad a corto plazo. Esto implica evaluar cuidadosamente los costos, establecer precios adecuados, buscar eficiencias en la operación y estar atento a oportunidades de crecimiento rentable. La rentabilidad es como el motor que impulsa el emprendimiento en sus etapas iniciales y proporciona la base para el crecimiento futuro. Sino se logra una rentabilidad sana en los primeros meses del proyecto, todo se vuelve más difícil, inclusive hasta para uno mismo, ya que cuesta creer en el proyecto y esto es percibido por nuestros socios, proveedores y clientes.

Sin embargo, la rentabilidad por sí sola no es suficiente para construir una empresa sólida y duradera, eso solo llevaría a la lógica simple de hacer negocios y tomar decisiones basadas únicamente en beneficios económicos.

Aquí es donde entra en juego la cultura empresarial. La cultura es el conjunto de valores, normas y comportamientos compartidos por todos los miembros de una organización. Es una forma de pensar, sentir y hacer las cosas, que constituyen la identidad de la empresa. Una cultura empresarial fuerte y saludable fomenta la colaboración, la innovación y el compromiso de los socios, de los colaboradores y todos aquellos que se relacionan con la organización.

Para construir una cultura sólida, es necesario establecer una visión clara del negocio, con retos y objetivos medibles y alcanzables, pero sobre todo, dejando de manera explícita, el cómo se quieren lograr esos resultados, sin tomar atajos ni arriesgar el futuro solo por resultados inmediatos. Es muy importante comunicar los valores, tanto dentro como fuera de la empresa, fomentar un ambiente de trabajo positivo y promover el desarrollo personal y profesional de los colaboradores en una relación ganar-ganar. Porque al final, la cultura se convierte en el corazón de la organización y guía las acciones y decisiones diarias hacia el éxito sostenible.

Finalmente, el propósito es lo que impulsa a largo plazo la existencia de un emprendimiento. ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es nuestra contribución al mundo? Estas son las preguntas que debemos responder para encontrar el propósito detrás de nuestro negocio. El propósito trasciende los beneficios económicos y se enfoca en el impacto que queremos tener en la sociedad y en el mundo que nos rodea. Para asegurar el éxito a largo plazo, es esencial tomar decisiones estratégicas que estén alineadas con nuestro propósito. Esto puede implicar la adopción de prácticas sostenibles, la responsabilidad social corporativa y la búsqueda de modelos de negocios sostenibles con soluciones que generen un impacto positivo. El propósito es lo que nos da dirección y nos mantiene enfocados en nuestro camino, incluso cuando los desafíos son difíciles. El propósito nos conecta como personas y como organización con la sociedad para un fin mayor.

Diego Ureña

Jefe de Departamento del Programa Emprendedor de la Universidad Privada Boliviana.

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Diego Ureña

Diego Ureña

Actualmente se desempeña como Jefe de Departamento del Programa Emprendedor de la Universidad Privada Boliviana. Cuenta con un máster en Administración de Empresas con Mención en Recursos Humanos, Diplomado en Educación Superior, Diplomado en Gestión de Recursos Humanos, Licenciatura en Administración de Empresas. Cuenta con experiencia de más de 15 años trabajando en Emprendimientos Gestión del Talento Humano, Gestión de Procesos, Mejora Continua, Calidad y Atención al Cliente tanto en organizaciones nacionales como internacionales, de manera directa o través de consultorías. Participó en certificaciones internacionales en organizaciones como VIVA Idea y COPC. Es parte activa de diferentes comunidades de emprendimiento a nivel nacional. Socio y Fundador de UpMate (Empresa de formación y consultoría), así como también, de Jam Bolivia (Empresa en el ámbito de producción musical y cultural).

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