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Hablemos de nuestro panorama

Cuando hablamos de emprendimiento y la participación de las mujeres en estos espacios es importante tener como punto de partida el análisis del escenario actual de las mujeres en el sentido más amplio, es decir, revisar qué datos tenemos acerca del ámbito laboral pero también analizar el panorama actual de todo aquello que rodea la vida de las mujeres y que tiende a ser invisibilizado, como es el caso de los datos sobre la situación de las mujeres en el núcleo familiar con respecto a los trabajos de cuidado.

Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), al 2018 las mujeres realizan el 76% del trabajo de cuidado no remunerado, dedicando 3.2 veces más tiempo que los hombres. El mismo año, 647 millones de personas en el mundo dejaron de trabajar para atender las responsabilidades familiares, 9 de cada 10 eran mujeres.

Recientemente Oxfam, en su informe de investigación de 2019 sobre Bolivia, señala que “a lo largo de la vida de una mujer boliviana, independientemente de su edad dedica cerca de 7 horas diarias a las tareas de cuidado, casi el doble que los hombres”. Entonces cuando hablamos de que emprender es un trabajo de tiempo completo, ¿qué sucede con estas tareas de cuidado que no podemos evadir? El resultado de esto se traduce en que quienes son responsables de los trabajos de cuidado enfrentan dos trabajos de tiempo completo que ocurren simultáneamente: uno remunerado, aunque las más de las veces en el umbral de la economía informal, y el otro no remunerado y poco reconocido.

Por lo tanto, si analizamos los retos al momento de emprender creo que es importante comprender que las tareas de cuidado mal distribuidas obstaculizan el camino de las aspiraciones personales o profesionales; una mejor distribución y reconocimiento de las mismas, no solamente desde un enfoque económico sino también como aporte en el camino de emprender, se puede traducir en mejores condiciones para el emprendimiento.

¿Conocemos realmente qué es el trabajo del cuidado?

Para comprender el concepto de trabajo de cuidado es importante referirnos al estudio de ONU Mujeres, donde señala que el trabajo de cuidado incluye actividades destinadas al bienestar cotidiano de las personas en los planos económico, moral, y emocional. De esta manera, quien está a cargo del trabajo de cuidado provee bienes esenciales para la vida, como alimentación, abrigo, limpieza, salud, transmisión de valores y conocimiento; trabajos que son llevados a cabo predominantemente por mujeres, sin remuneración.

De acuerdo con ONU Mujeres existen 2 categorías:

  • Trabajo no remunerado en un negocio familiar, que involucra la producción de bienes y servicios para su venta en el mercado sin un pago directo, que es considerado como un trabajo familiar contributivo.
  • Trabajo no remunerado que comprende la producción de bienes y servicios para el autoconsumo.

OXFAM también señala que “la mayor brecha de género en la dedicación al trabajo del cuidado se registra en el medio de la edad económicamente activa entre los 26 y 40 años”. Respaldados en esta información podemos vislumbrar que las mujeres en edad económicamente activa pese a ser las responsables en su mayoría de los trabajos de cuidado son generadoras de recursos económicos con trabajos dentro de negocios familiares, emprendimientos dentro del área del comercio informal y dedicándose a la producción de los bienes y servicios básicos para el hogar.

Si a estos datos sumamos un panorama de pandemia donde las tareas de cuidado que implican el cuidado de niños, personas de la tercera edad, personas enfermas y todo trabajo relacionado al cuidado de los hogares; vemos que el escenario es mucho más complejo debido a que la responsable de estas tareas también es la proveedora económica.

Esto nos abre al debate acerca del sector del comercio informal en el que predomina la presencia de mujeres, y al ser parte de esta economía también se ven más precarizadas sus condiciones de subsistencia.

Emprendimiento, comercio/economía informal y precariedad de condiciones

Según Colabora.lat, “la pandemia afectó sustancialmente a las mujeres que trabajan en la economía informal en Bolivia, pues ellas representan al 72.6% de la población, en un contexto en el que la informalidad es un rasgo normal y central de la economía”. Con el advenimiento de la pandemia por la Covid-19, muchas mujeres que se vieron obligadas a dejar sus fuentes laborales, fueron retiradas de sus trabajos o simplemente se les limitó la movilidad para llegar a sus comercios, tuvieron que encargarse al 100% de las tareas del cuidado.

En tal caso las prohibiciones para el comercio informal condujeron a la mutación de modelos tradicionales de comercio, donde la capacidad de adaptarse a estas restricciones y a la nueva normalidad primaron en estos rubros. En este punto es importante hablar sobre el comercio informal y el emprendimiento, porque muchas veces al denominar una fuente de ingresos como emprendimiento solemos despojar de importancia al conocimiento heredado producto del comercio informal que las familias vienen realizando por varias generaciones; es así que gran parte de los emprendimientos que surgieron a raíz de la  pandemia, son emprendimientos de comercio.

La experiencia de madres y padres al dedicarse al comercio informal bien puede unirse a metodologías que son pilares cuando uno decide iniciar con el diseño de un producto o servicio. Por ejemplo la metodología Lean Start up de Steve Blank y posteriormente desarrollada por Eric Ries nos indica las etapas que se pueden seguir para el lanzamiento de un negocio:

1) Crear el producto mínimo viable (PMV).

2) Medir los resultados obtenidos.

3) El aprendizaje validado, donde estudiamos la experiencia y mejoramos el producto o servicio para nuestro mercado objetivo.

Considero que este tipo de metodologías nos proporcionan herramientas para medir el alcance de aciertos, pero más importante aún nos permite llevar una memoria de los errores en el negocio para poder seguir un camino con mayores aciertos. Este conocimiento, en las personas que se dedican al comercio informal, viene de forma más empírica y como producto de la experiencia, por lo tanto subestimar este aprendizaje es volver, innecesariamente, a un punto cero de conocimiento para iniciar un negocio.

En todo caso el emprender en comercio, tecnología, temas sociales o cualquier tipo de emprendimiento nos lleva a compartir experiencias similares al inicio: la gran mayoría, por no decir todos los emprendimientos, nacen en la informalidad lo que resulta en control precario de el tiempo y recursos invertidos para el mismo. En los inicios del emprendimiento es difícil cuantificar las horas que invertimos de trabajo, si a esto sumamos que son negocios familiares ¿cómo se hace una división correcta del trabajo que se invierte al negocio y por otro lado al hogar?.

El lema “uno es su propio jefe”, tanto al emprender como al formar parte del comercio informal, esconde un conjunto de condiciones precarias, como la salud y la planificación de la jubilación; el último se ve muy lejano para el sector informal y por ende para las y los emprendedores que suelen trabajar hasta sus postrimerías. En este escenario la salud, por ejemplo, lamentablemente se considera un gasto que llega a desequilibrar a un negocio naciente ya que al no ser parte de los negocios legalmente establecidos la previsión de incidentes no entra en la planificación económica por su alto costo.

Evidentemente esto puede variar de acuerdo con las condiciones con las que cuentan las personas que deciden emprender.

Cómo trabajar con un modelo de economía circular frente a este panorama

Los modelos de economía lineal y producción tradicionales nos enseñaron una forma de consumo voraz donde la explotación a todo nivel, no solo de recursos naturales, predomina. Si analizamos la economía circular como una interpelación a este sistema voraz veremos que existen mayores posibilidades para las mujeres en estos modelos alternativos de producción.

Según Carlos Brown, académico y fundador del Instituto del Sur Urbano, en la medida en que empezamos a enfocar esfuerzos de manera territorial, la economía circular tiene más oportunidades porque resulta incompatible con el modelo de producción acelerada en el que vivimos ahora. La pandemia puso sobre la mesa la necesidad de atender las necesidades a nivel comunidad, colocando a la comunidad como núcleo de análisis, siendo las familias el origen de la comunidad.

La optimización en distintos aspectos de lo cotidiano es probablemente una de las consecuencias más notables de la exposición a los trabajos de cuidado, hacemos práctica diaria de la optimización de tiempo y de recursos desde las tareas del hogar y ello, en lugar de ser visto como un obstáculo, llega a ser una de nuestras mayores fortalezas en la aplicación de metodologías circulares para nuestros emprendimientos.
No olvidemos todos los datos expuestos hasta aquí: tenemos mujeres con un alto potencial emprendedor, en edades aptas para ser económicamente activas pero con un alta carga de responsabilidades por los trabajos del cuidado, muchas de las cuales están  atravesadas por el conocimiento heredado en temas de comercio y con sed por concebir nuevos modelos de negocio. Entonces si lo analizamos desde el enfoque de la economía circular estos elementos que hoy son considerados como los principales obstáculos, pueden leerse como oportunidades de mejora.

El modelo de economía circular se basa en: reutilización, rediseño, reciclaje, y remanufacturación de bienes y materias primas que ya tuvieron un uso original, pero cuya vida útil puede extenderse. Haciendo una pausa de reflexión en este último, se abre una puerta para rediseñar el modelo de trabajo tradicional a fin de garantizar mayor y mejor participación de las mujeres en el sistema económico, analizando dónde tenemos fuga de recursos al interior de nuestros emprendimientos y empresas para adaptar el tipo de trabajo a las necesidades de nuestros recursos; esa es la membrana central de la economía circular.

Por lo tanto, un modelo de economía circular es un instrumento útil para la comunidad y analiza las industrias, empresas y modelos económicos poniéndolos en crisis para el surgimiento de propuestas circulares. Utilizando las metodologías que propone el modelo de economía circular podemos analizar los comportamientos de consumo y producción, mejorando así las condiciones dentro de un pequeño núcleo, comunidad o emprendimiento, obteniendo mejores resultados productivos y mayor llegada al sector consumidor.

Con relación a las mujeres que participan del sector productivo, la consecuencia de estas propuestas de transformación y rediseño de modelos tradicionales económicos podrán ser concebidos desde las mismas comunidades, rescatando y revalorizando la experiencia plural de las mujeres. Para esto es vital tejer lazos para compartir experiencias, por ejemplo, a través de redes de mujeres que hagan de soporte, las unas a las otras, desde sus propias vivencias.

Si bien en Banana Pack iniciamos nuestro proceso en el residuo de la producción de banano, creemos que aún existe mucho trabajo por hacer, más transformaciones que lograr; nos propusimos trabajar con las mujeres productoras de banano acomodando nuestro tiempo de producción a los tiempos de cosecha de las familias bananeras. Comprando un elemento considerado desecho generando así un ingreso extra para las familias productoras.  Mi experiencia al interior del ecosistema emprendedor boliviano me mostró que estas redes no nombradas, casi innatas, sirven para allanar el camino de las nuevas generaciones de mujeres que deciden apostar por un nuevo modelo de negocio.

Si eres emprendedora o quieres emprender, búscame y a muchas de las que ya iniciamos este camino; lo poco o mucho que podamos compartir contigo lo haremos encantadas. Hagamos posible una red de mujeres en economía circular, comprendiéndonos desde nuestros distintos contextos, nuestras limitaciones y potencialidades.

Alicia Valda Ampuero

Gerente y fundadora de Banana Pack

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