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Si uno tuviera que resumir los años 2020 y 2021 en una sola imagen, probablemente sería la de los barbijos desechables, o alternativamente, las máscaras plásticas, los envases de alcohol desinfectante y los trajes de bioseguridad. No importa dónde uno mire hoy en día, gran parte de las cosas que poseemos contiene plástico, ya que se trata de un material económico, liviano, resistente y fácil de producir, por lo que se ha convertido en uno de los materiales favoritos en estos tiempos modernos y ha contribuido, a su vez, a disminuir los costos en la lucha contra la pandemia.

Sin embargo, el problema con el plástico es que, por lo general, está diseñado, paradójicamente, para ser descartable y a la vez durar por mucho tiempo. Gran parte del daño medioambiental tiene que ver justamente con la cantidad de años que tardan en degradarse muchos de los plásticos de un solo uso. Un ejemplo icónico de esto son los hisopos o cotonetes de plástico que tardan alrededor de 300 años en degradarse, como se muestra en la Figura 1. Tiempo de degradación de algunos plásticos de un solo uso (Fuente: elaboración propia en base a datos de distintas fuentes como Greenpeace y Ecología Verde). Esto significa que desde el momento en que descartemos un hisopo, pasarán generaciones antes de que el mismo se degrade.

Para entender la magnitud de estos impactos y del problema al que nos enfrentamos es necesario preguntarse: ¿cuánto plástico se encuentra actualmente en el planeta Tierra y qué cantidad corresponde a plásticos de un solo uso? Hasta el año 2017, se estimó que la fabricación total de plástico ascendía a 9.2 mil millones de toneladas (desde que empezara a producirse por el año 1950). Según estimaciones recientes, cada año se producen 130 millones de toneladas de plásticos de un solo uso, de las cuales un 98% proviene de combustibles fósiles; es decir, que corresponden a plásticos creados por primera vez, que no están hechos en base a materiales reciclados.

Ya para el año 2015, de toda la generación de basura plástica a nivel mundial, aproximadamente la mitad (47%) estaba compuesta por envases plásticos. A esto debe sumarse que, en el año 2020, por causa de la pandemia, los residuos de los hogares a nivel mundial aumentaron de 15% a 25% por causa del encierro. Los servicios de delivery asociados a compras de productos por internet han contribuido en gran parte a este importante incremento.

Ante este panorama, se hace urgente tomar medidas que eviten la generación de más plástico, especialmente de los plásticos de un solo uso. Es así que gran parte de los esfuerzos deben concentrarse en limitar e idealmente reducir la fabricación de este tipo de productos, a través de políticas dirigidas a las compañías que los producen. Para ello se requiere pensar en una serie de estrategias dirigidas a promover procesos de producción responsable que vayan desde reformas legislativas, hasta la puesta en práctica de incentivos económicos, políticas impositivas e incluso multas.

Si bien el enfoque de la oferta es central, es indispensable generar también políticas públicas que aborden los problemas de demanda. En ese sentido, se deben impulsar, principalmente, políticas educativas y campañas de concientización centradas en fomentar prácticas responsables de consumo y de gestión de residuos plásticos.

Sobre esta última es imprescindible resaltar que, de la cantidad total de residuos plásticos generados globalmente, apenas un 9% es reciclado, mientras que un sorprendente 79% permanece en vertederos o en el entorno natural. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿por qué se recicla únicamente un porcentaje tan bajo del total? La respuesta inicial es que esta es una problemática muy compleja porque no solo tiene que ver con buenos o malos hábitos sociales, sino también con el tipo de materiales que se utilizan en la producción, puesto que los mismos pueden dificultar y/o encarecer el proceso de reciclaje. La baja de los precios de petróleo hizo que los plásticos vírgenes sean de menor costo que los provenientes de materiales reciclados. Por otra parte, los reducidos costos del poliestireno han llevado a su amplia utilización para la elaboración de envases, pero este tipo de material dificulta mucho el proceso de reciclaje (ver Figura 2. Tipos de plástico según su facilidad de reciclaje. Fuente: elaboración propia en base a National Geographic. (2020)). Justamente por la complejidad en el abordaje de esta problemática que apunta a cadenas productivas enteras, uno de los objetivos de desarrollo sostenible es el de propiciar prácticas de producción y consumo responsable.

La crisis del plástico es aún más compleja en países que, por sus condiciones económicas, sociales y políticas, no cuentan con normativa, instituciones, herramientas, tecnologías, o incluso con prácticas socioculturales bien establecidas que permitan avanzar en una agenda más ambiciosa para la reducción de la utilización de plásticos de un solo uso. Bolivia es uno de esos países, por lo que los desafíos se multiplican. No obstante, en los últimos años sí se ha generado una mayor conciencia sobre el tema, lo que ha permitido impulsar algunos primeros pasos para el tratamiento del problema.

¿Cómo está Bolivia en cuanto a la gestión de residuos plásticos?

De acuerdo con el Censo de 2012, aproximadamente “el 43% de los hogares en Bolivia no [contaba] con ningún servicio de recolección de basura”, cifra que va en línea con la estimación realizada un par de años antes respecto a que el 90,8% de los residuos terminaban en botaderos a cielo abierto, sin ningún tipo de medidas técnicas o ambientales. Otra fuente más reciente apunta a que al año 2020, un 57,5% de la basura continúa siendo mal gestionada en el país, considerando que la misma no recibe tratamiento o que simplemente está abandonada. Se registra que para ese año se produjeron 246.843 toneladas métricas (Tm) de basura plástica y que, de esta cantidad, un total de 141.984 Tm están mal gestionadas.

En Bolivia existen competencias concurrentes de residuos industriales y tóxicos, y el tratamiento de los residuos sólidos, como lo establece la Ley N°755 de Gestión Integral de Residuos. Pero también el nivel municipal tiene competencias exclusivas en el tratamiento de residuos sólidos. En ese sentido, el Municipio de La Paz ha implementado contenedores diferenciadores de residuos que tienen un sector específico para plásticos. En base a ello, se conoce que entre marzo y julio del 2020 se generaron 31% más de residuos plásticos que durante el mismo periodo del 2019, resultando en 13.400 kg de residuos. Es importante reconocer que esto hace referencia solamente a los contenedores de basura que son usados para diferenciar la basura; es decir que estos datos no cuantifican los plásticos que se encuentran en los contenedores de basura tradicionales y que seguramente son abundantes en vista de la reducida cultura del reciclaje que se tiene en el municipio.

Si bien la gestión integral de residuos por parte de los gobiernos es fundamental, no se puede dejar de lado otro aspecto clave e interconectado: la modificación de hábitos de consumo y la corresponsabilidad con el cuidado del medio ambiente. Ya para el año 2011 se estimaba el uso diario de 1.3 millones de bolsas plásticas en Bolivia. Esta cifra se incrementó sustancialmente para el 2019 a 11.2 millones al día. Asimismo, una proyección del Instituto Nacional de Estadística (INE) permitió establecer que cada boliviano y boliviana usaba, en promedio, 372 bolsas por año con un aprovechamiento de 15 minutos, cifra mucho mayor al promedio mundial de 250 bolsas por persona. Esto indica claramente que la utilización de plásticos de un solo uso en Bolivia es un desafío que debe comenzar a trabajarse.

Del boom del delivery al exceso de residuos plásticos

En el año 2020, la Secretaría de Gestión Ambiental del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz indicó que los servicios de delivery han sido una importante fuente de generación de residuos durante los momentos más complicados de la pandemia.

Es por esta generación excesiva de residuos y por sus consecuencias comprobadas sobre el cambio climático, que muchos países de América Latina y El Caribe están avanzando en consensos legislativos para regular los plásticos de un solo uso. Por ejemplo, México prohibió este tipo de plásticos en 2021, logrando entrar a la segunda etapa de su Ley de Residuos Sólidos. Por su parte, Chile comenzó a prohibir la comercialización, distribución y entrega de plásticos de un solo uso desde el 2021. Esto significa que los delivery de comida no se podrán entregar en ningún envase ni contenedor plástico, sino solamente en aquellos que sean certificados como compostables por el Ministerio del Medio Ambiente. En el caso de Argentina y Colombia aún se están trabajando propuestas legislativas. Estos son algunos ejemplos, entre muchos otros, de políticas que buscan reducir y reemplazar los plásticos de un solo uso en la región.

En julio de 2018, la Unión de Periodistas Ambientales de Bolivia (UPAB) impulsó un proyecto de ley para la Reducción Gradual de Bolsas Plásticas que logró el apoyo de 22 municipios en los departamentos de Oruro, Cochabamba, Chuquisaca, Santa Cruz, Potosí, Tarija, Pando y La Paz, como resultado de una iniciativa ciudadana bajo el slogan “Desembólsate Bolivia”. En abril de 2021, la UPAB presentó una carta a la de Cámara de Senadores de la Asamblea Legislativa Plurinacional, solicitando se retome el tratamiento de esta propuesta de ley. “El documento fue aprobado por la Comisión de Tierra y Territorio, Recursos Naturales y Medio Ambiente del Senado, con participación de autoridades y técnicos de la Vicepresidencia, diversos ministerios y la propia Asamblea Legislativa, pero nunca llegó al pleno de esa cámara” y a la fecha se desconoce el estado de situación de esa propuesta. No obstante, es importante reconocer que esta problemática está recibiendo cada vez más atención por lo que, seguramente, en el futuro próximo, se contará con normativa que permita abordar el problema de mejor manera.

El tratamiento legislativo de este asunto es fundamental, pero no excluye que deba prestarse atención a otros aspectos igualmente cruciales que aseguren su implementación, ya que sin una mirada integral que contemple todos los factores en juego, será muy difícil que la ley se traduzca del papel a la acción.

Antes de pensar en cualquier propuesta de política que promueva prácticas de producción y consumo responsable, es necesario contemplar el tema de costos, ya que, en muchos casos, este un aspecto que puede obstaculizar cualquier posibilidad de reforma. Es cierto que cada vez más personas y emprendimientos están adoptando prácticas más verdes y sostenibles, y están optando por utilizar productos más amigables con el medio ambiente. Sin embargo, la crisis económica derivada de la pandemia también ha llevado a que muchos negocios deban reducir costos para poder sobrevivir, con lo cual, este no es un tema menor y debe ser tratado por los hacedores de política pública, en diálogo con el sector privado; principalmente, en lo que concierne a los pequeños y medianos empresarios.

El tema de costos requiere un análisis más profundo que incluya, entre otras cosas, estudios de mercado que permitan identificar dónde están los cuellos de botella y las oportunidades en la transición a nuevos modelos de producción y consumo que vayan en línea con una lógica de Responsabilidad Extendida del Productor (REP). Sin embargo, en términos generales, sí es posible afirmar que existe una diferencia muy significativa de precio entre los envases plásticos de un solo uso y los envases biodegradables y compostables.

En una conversación con Gabriela Salas, dueña y fundadora de Serena Morena, restaurante de comida vegana inteligente y eco-consciente ubicado en las ciudades de La Paz y Santa Cruz, ella comentó que la demanda por materiales biodegradables y compostables ha crecido tanto en el país que cada vez existen más empresas que los comercializan y producen (algunos productos son importados, pero ya existen otros “hechos en Bolivia”). El problema es que los precios son insostenibles, sobre todo para los pequeños emprendimientos, ya que mientras los envases de poliestireno (comúnmente conocidos como de “plastoformo”) cuestan entre Bs. 0,10 y 0,20 centavos la unidad, es casi imposible conseguir envases compostables por debajo de Bs. 1,70. Esto implica una diferencia abismal de alrededor de Bs. 1,50 por unidad, entre uno y otro. No es sorprendente, por tanto, que sean tan pocos los restaurantes y negocios que utilizan materiales biodegradables o compostables. Incluso aquellos que quisieran cambiar sus prácticas se ven limitados por los elevados costos que eso implica.

La mayor parte de los estudios revisados señala que si bien políticas como aquellas que incentivan el reciclaje son sumamente importantes, tienen una eficacia limitada porque no logran abordar el problema estructural de la crisis del plástico. La mayor parte de las regulaciones apuntan a responsabilizar al consumidor, pero muy pocas se enfocan en la reducción o incluso prohibición de la producción de plásticos de un solo uso. Es así que el horizonte de transformación al que se debe apuntar, en lo que respecta a la gestión del plástico de un solo uso, pasa por generar políticas más integrales que provoquen cambios estructurales en la producción misma del elemento. La frase icónica de: “el mejor envase es el que no se genera”, va en línea con las iniciativas “Zero Waste” (“Basura Cero”) cuyo enfoque radical busca construir sistemas que no generen desechos.

Al tratarse de un proceso sumamente complicado, se debe pensar en un plan progresivo que comprenda medidas de corto, mediano y largo plazo, desde los diferentes sectores y que incluya a todos los actores involucrados a lo largo de la cadena (desde las grandes empresas, hasta los recolectores del sector informal). Si bien la transición hacia espacios libres de plásticos puede ser impulsada desde diferentes espacios comerciales, también es importante que los consumidores sean quienes demandan y soliciten los mismos. Esto permitirá avanzar hacia un modelo más sostenible porque, a diferencia de una economía lineal donde se fabrica para desechar, se buscará lograr el mayor aprovechamiento del producto e incluso alargar su vida útil. En ese sentido una economía más circular permitiría dar un realce al aprovechamiento y reciclaje de los residuos; siendo una forma más de minimizar la producción de plástico. Como se observa en la Figura 3. Transición a una economía circular para la gestión de residuos. Fuente: ONU Medio Ambiente (2018), este tipo de economía logra una mayor sostenibilidad y eficiencia, además de nuevas oportunidades de negocios, empleos e impactos.

El seguimiento de esta ruta permitiría que en el servicio de delivery, el material usado para enviar la comida a domicilio no sea fabricado para ser desechado inmediatamente después de su uso, sino que, al contrario, pueda ser reutilizado, compostado o reciclado.

*El texto de este blog es una sistematización del documento realizado en coautoría con Jhanira Rodriguez titulado “Delivery circular: adiós a los plásticos de un solo uso”, mismo que corresponde a un capítulo del Tomo II de la serie de libros #TransformarLaCrisis publicada en 2021 por la Friedrich-Ebert-Stiftung en Bolivia. Por temas de formato no es posible ver las referencias bibliográficas o las notas a pie de página. Para revisarlas, recomendamos ver el Capítulo completo.

* Ilustraciones realizadas por Ana Gabriela Huiza.

Nicole Jordán

Coordinadora de Proyectos en FES

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