El punto de partida
De acuerdo con varios estudios recientes, en América Latina la baja productividad de las economías es la responsable de su rezago en relación con otras economías del mundo. La productividad puede descomponerse en la productividad del conjunto de empresas existentes y en cómo se distribuyen los recursos productivos entre éstas. Ambos elementos cambian en función a: (i) la entrada y salida de empresas; (ii) la inversión en innovación y adopción de nuevas tecnologías; (iii) y la reasignación de los recursos entre las unidades productivas.
Existen dos rasgos característicos de la estructura productiva de la región: (i) un porcentaje elevado del empleo concentrado en establecimientos pequeños (de menos de diez trabajadores); y, (ii) un porcentaje elevado del empleo operando en la informalidad. Ambas características son aspectos críticos en la acumulación de habilidades y, consecuentemente, en el desarrollo de la productividad.
De esta manera, las características de la estructura empresarial boliviana inciden directamente en la persistencia de la pobreza multidimensional que, en Bolivia supera ampliamente la pobreza medida por ingresos y empeora cuando se incorporan consideraciones de género, edad, adscripción étnica o clase social. Así, para fomentar el acceso de las personas a recursos y el desarrollo de oportunidades, se requiere una estructura productiva más diversificada, con progreso técnico, que exija mayores capacidades técnicas y genere empleos de calidad.
El desarrollo, una responsabilidad individual
Las pequeñas empresas en crecimiento (PECs) son definidas por el Aspen Network of Development Entrepreneurs (ANDE) como empresas comercialmente viables de entre cinco y 250 empleados que, tienen un potencial significativo y ambición de crecimiento. El elemento central en esta definición es que este tipo de empresas aspira y normalmente está en el camino a crecer. De acuerdo con ANDE, el apoyo a las PECs en mercados emergentes ofrece una ruta al crecimiento sostenible generando beneficios sociales y ambientales positivos para sus comunidades.
En Bolivia, de acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural, el sector de las MYPES es responsable de la generación de aproximadamente el 90% del empleo y casi el 95% de la base empresarial boliviana. Como consecuencia de la pandemia, se estima que, a abril de 2020 al menos 100.000 MYPES se habrían declarado en quiebra, afectando directamente a más de 600.000 empleos.
La oportunidad de una reconstrucción diferente:
La covid-19 ha exacerbado la pobreza multidimensional y ha puesto en evidencia las grandes falencias del esquema actual de desarrollo. En Bolivia los recursos no renovables y el Estado han sido considerados siempre como las únicas fuentes de ingresos y posibles salidas del subdesarrollo.
En ese contexto, la cultura rentista/asistencialista está enraizada en las esferas culturales más profundas y se traduce en las dimensiones político-institucionales, económicas y sociales. Actualmente no existe una relación directa entre el esfuerzo invertido en una actividad y las retribuciones que genera, lo que deriva en desincentivos estructurales para invertir, innovar y crecer. En este marco, para transformar la cultura asistencialista y rentista, es imprescindible trabajar en un cambio de paradigma en el que se entienda al sector privado como un motor real para el crecimiento y el desarrollo del país y en el que el Estado pueda migrar de una cultura de persecución a una de fomento.
Si esto es posible, la pandemia y sus efectos podrían constituirse en una oportunidad para que se generen estructuras institucionales que fomenten un desarrollo socialmente inclusivo y ambientalmente responsable, generando las condiciones adecuadas para emprender y devolviendo a las personas la responsabilidad de su propio desarrollo.
Transformar la crisis a partir de la construcción de capacidades:
Para enfrentar su proceso de recuperación, las empresas, además de poder acceder a recursos financieros en condiciones blandas, necesitan contar con servicios empresariales que les permitan adquirir o contratar las nuevas habilidades, conocimientos o tecnologías que necesitan para adaptar su modelo de negocios a las nuevas características del entorno.
De acuerdo con un reciente estudio de ANDE, existe un riesgo significativo de falla generalizada de las MIPYMES en países emergentes en todo el mundo. Más del 40% de estas empresas están en riesgo de desaparecer en los siguientes seis meses y el 77% de las empresas entrevistadas en abril del año pasado manifestaron tener recursos suficientes para sobrellevar la pandemia por un máximo de dos meses.
De acuerdo con las 5.200 encuestas realizadas en varios países de América Latina, las principales dificultades a las que se enfrenta actualmente este segmento de empresas son: pérdida en ventas y clientes; dificultad de cobranza a clientes y dificultad de pago a proveedores.
Además del financiamiento flexible, las MIPYMES necesitan asistencia técnica, principalmente para acceder a fondos de ayuda financiera e innovar en sus modelos de negocios para que puedan adaptarse a un mundo posterior a la covid-19. En ese marco, las áreas de asistencia técnica más relevantes para la reactivación según las mismas empresas son:
- mercadotecnia y posicionamiento en nuevos mercados,
- herramientas digitales,
- ventas en línea,
- innovación y cambios en sus modelos de negocio (reinventarse),
- proyecciones financieras y competencias para acceder al mercado financiero.
En este momento de crisis, se debe apoyar a las empresas a desarrollar una mentalidad de supervivencia, desarrollar resiliencia financiera y ajustar sus modelos de negocio para las nuevas oportunidades y necesidades de mercado. Además de las áreas en las que se necesita apoyo, es imprescindible analizar también cuáles son los mecanismos o las metodologías que tienen mejores resultados. En ese sentido, es fundamental segmentar los públicos receptores de esta capacitación tanto en su nivel de alfabetismo (corriente y digital), como en su acceso a tecnologías (teléfono inteligente y/o computadora) e internet.
Entonces, ¿cómo crecer en libertad?
El paradigma actual de desarrollo se sustenta en un Estado paternal y sobreprotector que lo sostiene a partir de la generación de recursos relacionados a la tenencia y explotación de recursos naturales no renovables para financiar programas de redistribución (parcial) a poblaciones vulnerables mediante sistemas de bonos. Este Estado, además, está obligado a captar mayores rentas a partir del estrangulamiento de la actividad privada formal y es el responsable último de imponerle un rol social a partir de incrementos salariales por decreto (sin correspondencia con la productividad) y al pago de obligaciones y costos adicionales que, en muchos casos, la inviabilizan. Además de lo perverso del modelo, en un contexto económico adverso y de recesión global, mantenerlo es imposible.
Si, por el contrario, las propuestas – y las exigencias – cambian hacia una democratización real de las oportunidades, prevalece la relación directa que debe existir entre el esfuerzo, la retribución, el valor generado y el bienestar de los individuos. En este marco, como sociedad deberíamos buscar ‘agrandar la torta’ en vez de pelearnos por cómo se reparte lo que queda de ella; se trata de promover relaciones de cooperación o complementación en las que la ganancia de unos no tiene porqué implicar la pérdida de los otros, pero para ello, debemos construir confianza y pensar más allá de pasado mañana, con una visión de largo plazo. De esta manera, se podría transformar la cultura rentista/asistencialista vigente e incidir en estructuras político-institucionales, económicas y sociales más democráticas, inclusivas y sostenibles.
Si nos desafiamos a entender el desarrollo como la posibilidad real que tienen las personas de vivir la vida que desean, aceptaríamos que hay una relación directa entre desarrollo y libertad, devolviendo a las personas la responsabilidad sobre sus vidas. En este nuevo paradigma, la institucionalidad se enfoca en el empoderamiento de sus individuos y comunidades, incrementando su grado de autonomía y autodeterminación para que, representando sus intereses de manera responsable, pasen de ser sujetos pasivos o beneficiarios, a ser gestores de su propio destino, siendo y haciendo en función de sus propias aspiraciones y deseos. Es sobre la base de estas premisas que la Fundación IES trabaja en su Área de Asesoramiento Empresarial.
Apuntes finales: Lo que hemos aprendido de los servicios de desarrollo empresarial con una perspectiva real de empoderamiento.
- El financiamiento es necesario, más no suficiente para lograr la recuperación de las micro, pequeñas y medianas empresas. En las últimas dos décadas no se han dado esfuerzos institucionales (públicos, privados o del tercer sector) para desarrollar el mercado de los servicios de desarrollo empresarial, concentrándose la mayor parte de las intervenciones en el desarrollo de la industria de las microfinanzas. Sin embargo, la evidencia a nivel regional ha demostrado que son los esfuerzos combinados (de acceso a financiamiento y conocimiento) los que resultan en mejoras efectivas en las ventas, los ingresos y el empleo de las empresas.
- Si bien la digitalización de las empresas ha cobrado una mayor relevancia en el contexto actual, es fundamental tener siempre en cuenta que la tecnología es un medio y no un fin en sí mismo. Al igual que el financiamiento, si la tecnología no responde a un modelo de negocios, no incidirá en un mejor desempeño empresarial y podría incluso minarlo.
- Ha sido ampliamente demostrado que los programas masivos no tienen incidencia en la productividad empresarial (existe una evidente contraposición entre cobertura e impacto). En este marco, al momento de diseñar políticas públicas de reactivación de amplio alcance, es necesario considerar también algún tipo de acompañamiento que favorezca la efectiva implementación de las mejoras – no basta con facilitar el acceso a la información / conocimiento.
- En ese sentido, uno de los elementos centrales para el éxito de un programa de servicios de desarrollo empresarial es la clara comprensión de las características más importantes de su demanda. Esto requiere contar con parámetros claros para segmentarla y, en función a estos grupos, determinar cuáles son los conocimientos empresariales que agregan más valor.
- Bajo el principio de generar valor real para las empresas, es fundamental que las soluciones que se generen – tanto en contenidos como en metodologías de transmisión – estén guiadas por la demanda. Durante los últimos años se han desarrollado varias plataformas digitales de apoyo a las MIPYMES, sin embargo, su uso es limitado porque han sido diseñadas desde la oferta y no a partir de necesidades/capacidades reales; es decir que, desde un inicio, no estaban orientadas al empoderamiento efectivo de los/las empresarios/as.
- Tanto a nivel del sector público como del tercer sector (fundaciones, ONG y cooperación internacional), los programas de asistencia técnica y capacitación se evalúan a partir de la eficiente ejecución de recursos, llegando máximo al nivel de productos o “outputs” (ej: se ejecutó una cantidad de dinero en la realización de un taller al que asistieron un número significativo de personas). Para la implementación de programas de desarrollo empresarial con impacto, es imprescindible monitorearlos para que efectivamente incidan en un mejor desempeño empresarial, es decir que, en el ejemplo, los asistentes al taller deberían asimilar e implementar las mejores prácticas de gestión de manera sostenida para que – ya sea a través de la reducción de costos o el incremento en ingresos- mejoren la situación de su empresa.
- En nuestra experiencia hemos demostrado el valor y la importancia de generar (i) soluciones basadas en las personas – estamos interactuando con individuos no con números y (ii) mecanismos permanentes y horizontales de comunicación con los públicos meta para que no sean soluciones de escritorio.
- En Bolivia es fundamental generar información, así como espacios de diálogo y aprendizaje, en los que se difundan mejores prácticas y lecciones aprendidas, de manera que nuestra propia experiencia se constituya en el activo fundamental para la construcción permanente de oportunidades.
- Finalmente, es imprescindible diseñar e implementar políticas integrales de reactivación que tengan en cuenta, no solo el acceso al conocimiento más adecuado para la resiliencia y desarrollo de las empresas y el empoderamiento de los/as empresarios/as, sino también el acceso al financiamiento y mercados más convenientes, bajo una perspectiva ecosistémica.
*Los pies de página y las referencias del artículo se citarán correctamente en el libro de «Empoderamiento y Libertad» del Tomo 1 «Reactivación Económica» de la serie #TransformarlaCrisis de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung (en edición).
